Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados. Como ya hemos dicho, es a todas luces una paradoja decir que la persona que llora debe considerarse bienaventurada. Es algo así como decir: ¡Felices los infelices! El lloro del que habla Cristo es señal de desolación, miseria, desconsuelo y profunda tristeza, no de gozo1. Entendemos, pues, que Cristo está diciendo que los que lloran deben ser considerados afortunados, no a causa de su presente
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